Una de las tareas más habituales en el huerto, el jardín y las plantas que tenemos en nuestros balcones es el trasplante de estas cuando se quedan sin espacio en su primera ubicación, para renovar el sustrato y fomentar su crecimiento o simplemente por estética.

En muchas ocasiones, sembramos nuestras semillas en semilleros para adelantarnos a la época ideal de siembra en tierra, recreando las condiciones que necesita para desarrollarse adecuadamente o para proteger nuestra planta de las condiciones adversas. En este caso, pasado un tiempo requerirán que las trasplantemos a otra ubicación que les proporcione un mayor espacio para seguir desarrollándose. 

Aunque, a priori, no se trata de una labor demasiado compleja en cuanto a los pasos a seguir, se debe de llevar a cabo con especial cuidado para realizarlo correctamente y que nuestras plantas no se vean perjudicadas por lo que se conoce como el shock del trasplante. ¿Quieres saber cómo evitar este shock? ¡Hoy en Eurogarden te lo contamos!

5 consejos para evitar el shock del trasplante

El shock del trasplante es un fenómeno que sufren las plantas como consecuencia de una tarea de jardinería mal ejecutada. Para cualquier planta, igual que para nosotros, un cambio de ubicación es sinónimo de estrés. El problema, más que al daño que podamos hacer a las raíces durante el trasplante, se debe al cambio de condiciones al que se enfrenta la planta en su nueva ubicación, por eso, la mejor opción es siempre prevenir el shock mediante una serie de pautas o instrucciones que nos evitarán un disgusto. ¡Las vemos!

1. Elige el momento adecuado. Un detalle vital para el correcto desarrollo de cualquier planta es elegir el momento para hacer el trasplante. En el caso de la mayoría, debes de hacerlo justo antes de que arranque su época de crecimiento o floración para que la planta afronte la temporada con nueva energía. Si lo haces en plena floración, lo más seguro es que esta no llegue a florecer esa temporada. Además, debes de hacerlo cuando las temperaturas son favorables. Lo ideal es a finales de invierno o principios de primavera.

Por último, también hay que tener en cuenta el mejor momento del día. Lo mejor es hacerlo en las horas más frescas de la tarde, cuando el sol está decayendo. De este modo, la planta tendrá toda la noche para adaptarse a su nueva ubicación antes de exponerse al calor y la luz, que es cuando más actividad metabólica tiene.

2. Cerciórate de ubicarlas en un lugar adecuado. La ubicación ideal dependerá de las necesidades de la planta en cuanto a luz, agua y terreno. Comprueba cuántas horas de sol directo necesita su planta y sitúala en un lugar donde las reciba. También debes comprobar que el espacio que va a tener y su profundidad son suficientes y que el drenaje es correcto. En el caso de que el trasplante sea a una maceta, debes elegir una maceta adecuada en volumen y material.

3. Prepara el terreno. Si vas a trasplantar de semillero directamente a tierra, debes revisar que nada impida el crecimiento de la planta. Además de limpiar el terreno para que nuestras plantas no tengan ningún obstáculo, debes elegir el sustrato correcto. Existen distintos tipos que responden a las necesidades específicas de cada planta. Por eso, es importante elegir el que se adecua a las necesidades nutricionales y características de enraizado o de drenaje de la planta.

4. ¡Cuidado con las raíces! Es uno de los puntos claves a la hora de hacer el trasplante ya que el daño en las raíces provoca que la planta tenga que destinar una energía extra a su reparación. El primer paso es tener cuidado al sacarlas de su primera ubicación. Un buen truco es humedecer la planta unas horas antes de realizar el trasplante para que la tierra esté más blanda y el cepellón salga con más facilidad.

Otra buena opción es utilizar semilleros biodegradables para trasplantarlo todo junto y evitar que las raíces sufran. Una vez que has sacado la planta del semillero, es un buen momento para desenredar las raíces y así ayudar a que la planta enraíce mejor en su nueva ubicación.

5. Vigila que estén en un ambiente adecuado. Para acabar, una vez hecho el trasplante, debes intentar minimizar las condiciones que puedan provocar el shock y facilitar la adaptación al nuevo medio. Las raíces deben destinar toda su energía a extenderse en su nueva ubicación y no en buscar nutrientes y agua. El primer punto está solventado gracias al sustrato que hemos aplicado al realizar el trasplante. En cuanto al agua, además de regarla en cuanto la hemos trasplantado, debes protegerla de las condiciones adversas que aumenten su pérdida. Es decir, del viento, aplicando una capa de mulching o acolchado, y del calor y la luz. Si no está ubicada en una zona de semisombra que le asegure unas horas sin luz directa, podemos taparla unas horas mediante una sombrilla o una sábana para darle un respiro.

Por último, mantén la humedad con riegos más frecuentes los primeros días, que luego disminuirás poco a poco para que la planta se acostumbre.

BONUS: Si aún así, quieres darle una ayuda extra a la planta recién trasplantada puedes aplicarle algún producto enraizante o bien algún bioestimulante (existen muchos en el mercado y muchos ecológicos) para reducir el estrés post trasplante y activar la planta para que vuelva a generar raíces y proporcionar los nutrientes necesarios para superar esta situación desfavorable lo antes posible.

¡Cumpliendo con estos consejos, seguro que el trasplante será un éxito y tus plantas se adecuarán en seguida a su nueva ubicación! 

Si te ha parecido interesante este post, no te pierdas el resto de entradas de nuestro blog con múltiples consejos de siembra y cuidados para distintas variedades. Si te interesa algún tema sobre el que aún no hayamos escrito o tienes alguna duda, háznoslo saber a través de nuestra cuenta de Instagram. ¡Estamos deseando leerte!